La dama boba no era tan boba y su padre no era tan ingenuo.
Lo primero a señalar por lo obvio en la obra de Elena Garro es la metateatralidad. La representación de La dama boba de Lope de Vega que se realizó en el pueblo de Coapa cobró vida en otro pueblo llamado Tepan, a donde fue conducido por la fuerza el actor Francisco que interpretaba su papel de maestro. Avelino, el presidente municipal del pueblo, fue de tal manera convencido por la actuación de Francisco que lo lleva a su pueblo para que enseñe a sus habitantes y sobre todo a su hija que es una iletrada.
Esta graciosa e increíble confusión que presenta la dramaturga evidencia una serie de características que se le atribuyen al indígena. Desde la actitud esquiva y silenciosa de Avelino en Coapa, la ingenuidad o ignorancia que le hacen percibir un sentido de la realidad en la ficción teatral; la fatalidad con que los moradores del pueblo de Coapa dicen que Francisco pudo haber desaparecido como lo hiciera hace tiempo un maestro “indecente” que probablemente sufrió una desgracia, insinúan pero nunca dicen si fue asesinado o qué pasó; el rechazo al forastero.
El espacio cultural es narrado de acuerdo al discurso histórico oficial donde la gente de pueblo es ignorante, ingenua, toma la ley por propia mano, es rebelde ante el poder central, están sujetos a un cacique, los discursos políticos rayan en lo ridículo y el lenguaje de la población es prosaico.
Dice Juan Villegas en “El teatro histórico latinoamericano como discurso e instrumento de apropiación de la historia”[1] que “el discurso teatral requiere de la utilización de códigos teatrales legitimizados en el espacio cultural de sus espectadores potenciales…” A este respecto se puede señalar que para Avelino no funcionaron esos códigos estructurales, literarios, teatrales, visuales y estéticos, contenidos en la representación realizada por la compañía teatral ficcionalizada por Elena Garro. De igual manera que para Paul Veyne la historia es una novela verídica, Avelino convirtió al teatro en una situación verídica. Para él el poder del lenguaje teatral para crear, le permitió invertir y subvertir la realidad.
Tepan se convirtió en el escenario real para Francisco, a tal grado que encontró a su dama boba llamada Lupe, analfabeta pero que se advierte ingeniosa. Al igual que la Finea de Lope el amor le hace superar su ignorancia y demostrar su inteligencia gracias a las enseñanzas de su maestro. Con la diferencia de que en este drama el galán no se queda con ella, se va con la otra Finea, la de la vida “real”.
El texto se publicó por primera vez en 1963 y a lo largo de los años ha tenido varias representaciones. A raíz de una de ellas en el año 2009, Julieta Cerezo escribió para “El Sol de Puebla” y es publicado en la Web por “La Prensa” que la obra contiene una crítica a los intelectuales por su falta de compromiso en favor de los desfavorecidos y que Tepan es el símbolo de uno de los muchos pueblos olvidados de Dios.
[1] Romera, Castillo José y Francisco Gutiérrez Carbajo (Eds.) Teatro histórico (1975-1998) textos y representaciones.
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