El Jardín de las Granadas de Guadalupe de la Mora.
Es una puesta en escena que pretende exponer la visión del mundo femenino desde su propia perspectiva, mediante un diálogo en el que cuatro mujeres adultas muestran sus sentimientos en torno a la complejidad de un ser construido socialmente para el servicio del hombre y los conflictos que enfrentan desde su naturaleza, al margen de ese condicionamiento, revelándose como lo que son, seres humanos con pasiones inconfesables, virtudes inalterables, defectos insustanciales.
Los personajes desempeñan los distintos roles en los que tradicionalmente se ha instalado la mujer: niña, novia, esposa, solterona o monja. La niña que aparece a mitad de la representación puede simbolizar la perpetuación del modelo que se hereda y se endosa a las siguientes generaciones.
La estructura dramática es un tanto desafiante ya que no hay una secuencia visible de acontecimientos, los diálogos van enunciando las acciones. En lo que toca a escenario, éste se limita a dos elementos significativos dentro de la trama, el primero que es el principal de la temática, es un espejo grande en el que caben las cuatro mujeres y en el que les devuelve un reflejo no siempre agradable, y el segundo es una tina de baño antigua, romántica, en la que se sumerge una de las protagonistas, y que puede significar el deseo de lavar la culpa que desde la madre Eva viene cargando la mujer.
Los diálogos incluyen tono alegre, irónico, nostálgico, resignado, de reproche, de inocencia y de perversión. Es en suma como las granadas a veces dulce y a veces amargo.
Desde luego es un tema que podría resultar aburrido pues no hay violencia gráfica, no hay palabras altisonantes ni vestuario sexualmente provocativo, puesto que es una mirada al mundo interno femenino, el cual todavía algunos hombres no quieren conocer y muchas mujeres intentan soslayar.
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