Comentario de la obra La ciudad de los carrizos de Antonio González Caballero.
Dámaris Chávez Sinaloa.
Esta representación es un desafío a las ideas que Kurt Spang expone en El drama histórico Teoría y comentarios, respecto a la manifestación del tiempo en el drama histórico a través de códigos no verbales como la decoración y el vestuario, y de la selección de un espacio que evoque el escenario real mediante elementos ornamentales específicos.
Esto puede deberse en primer lugar a que no se trata de un drama histórico y en segundo, a que el texto fue escrito expresamente para que la escenografía y vestuario se distanciaran de las ideas tradicionales con que se concibe a las culturas prehispánicas, y lograr una transmisión de la filosofía de aquellos pueblos y la forma de vida de una de las figuras más relevantes de la mitología mesoamericana que encuentra su correspondencia en la imagen de Cristo.
En lo que se pretende que sea un ensayo esta obra representa a una sociedad cuya cosmovisión estaba conformada por la relación de los fenómenos naturales y la divinidad. De tal suerte que se atribuían la bonanza o la adversidad a designios de los dioses, los cuales eran interpretados por los hechiceros que entraban en contacto directo con ellos para materializar sus pedidos.
Los tiempos de adversidades climáticas que mermaban sus cosechas y propiciaban enfermedades, influían negativamente en su mentalidad eminentemente supersticiosa. Este ambiente de incertidumbre era campo fértil para las intrigas y ambiciones de algunos prominentes personajes que conformaban las estructuras de estos sistemas sociales primitivos, y que incitaban a la guerra y al derramamiento de sangre buscando congraciarse con su dios para que cesaran sus calamidades y hubiera prosperidad material.
A través de personajes como el gobernador, su hermana, sacerdotes, caballeros, hechiceros, doncellas, abuela, el Príncipe Uno Caña, y otros, se desarrolla una trama en la que se señala el incesto como origen de los males de aquella Ciudad de los Carrizos y en la cual finalmente el mártir será el príncipe que es señalado por el Supremo Mediador como obstáculo para los propósitos de guerrear con los pueblos vecinos y conseguir víctimas propiciatorias para los sacrificios.
Hay una constante alusión a Cristo mediante el personaje del príncipe, que habita en la montaña y ahí predica a los jóvenes la idea de una convivencia armónica entre humanos y con la naturaleza como forma de vida para vencer los supuestos maleficios. Hay tentaciones y acusaciones falsas que culminan en su aprehensión y es condenado al sacrificio al que se dirige confortado por la idea de que no muere en vano y que todos los que le escuchan son su sangre.
Pese a que podría catalogarse más como drama mitológico que histórico, se observa que en la obra conviven nociones de las tres fases de la evolución de la humanidad que Vico descubrió: la edad divina donde toda interpretación de la vida se hace a través de la religión, la edad heroica en la que priva la concepción aristocrática y la edad de los hombres en la que prevalece la reflexión filosófica.
Esta obra se estrenó en 1973, año en que Estados Unidos se retiró de Vietnam tras diez años de combates en los que no logró vencer al régimen comunista de Vietnam del Norte y que además creó una división entre la población de los Estados Unidos ya que había una parte de la población que promovía el pacifismo como lo hiciera el mitológico Príncipe Uno Caña.
Sin embargo, para desgracia de América Latina, Estados Unidos voltea a verla y patrocina el golpe de estado que Augusto Pinochet da al presidente de Chile, Salvador Allende, quien fuera el primer presidente marxista electo democráticamente.
De esta manera observamos cómo los intereses económicos continuaron socavando los deseos de una convivencia pacífica y un progreso material más igualitario.
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