Comentario a La Malinche, de Víctor Hugo Rascón Banda. 1998
En esta obra de teatro el autor propone una revalorización de la figura que ha simbolizado por mucho tiempo la traición: la Malinche.
En un escenario actual irrumpe este histórico personaje en la forma de una diputada perredista. Se trata del Congreso de la Unión donde, en medio del muy difundido comportamiento irrespetuoso de los que conforman la Cámara de Diputados, que se asemeja más a un escenario de vodevil, con el debido respeto a este subgénero, que a un recinto oficial, hay un replanteamiento de las figuras históricas. Empezando con la Malinche y hasta desconocer a Miguel Hidalgo como padre de la patria ya que sólo fue el caudillo de la insurrección de 1810, considerando que el padre realmente fue Hernán Cortés, quien llegó a estas tierras y trajo consigo una serie de valores supuestamente superiores desde la óptica occidental, como son la religión cristiana, la industria y la ciencia.
La Malinche es perfilada en forma sincrónica con los personajes históricos de su época, y anacrónicamente con un psicoanalista, con Licenciado y los indígenas chiapanecos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional correspondientes a la actualidad reciente. En estas interactuaciones se plantea su versión de los hechos en los que intervino según la historiografía, y más allá de eso, los motivos y circunstancias personales que la ubicaron en una situación de la que difícilmente saldría bien parada. Como mucha gente de su época no fue inmune al deslumbramiento y resignación con que reaccionaron ante la llegada de los españoles, desde el mismo Emperador Moctezuma.
Y así se manifiesta en las sesiones de psicoanálisis en las que reitera cómo su frágil condición femenina fue constantemente colocada en situaciones totalmente ajenas a su voluntad: esclava, intérprete, concubina, madre, olvidada. En ese escenario se deslinda de culpas como la matanza de Cholula, manifiesta sus deseos de evitar el derramamiento de sangre, su natural temor ante el espectáculo atemorizante de la marcha de los conquistadores, su intuición de la tragedia que sobrevendría y sus intentos de evitarla.
En los diálogos se muestra el conflicto que Malinche experimenta al irse desencantando de Cortés a quien creía un dios igual que toda su gente, y su inteligencia de adaptarse a los nuevos tiempos, a los cambios por la necesidad de sobrevivir. Inteligencia que también es insinuada por su facilidad para aprender lenguas. Pero también, en una escena anacrónica se exhibe a una Malinche prostituta que obliga a Cortés a tener relaciones sexuales con ella, ostentándosele finalmente como mujer de placer, madre y anciana abandonada.
Otro personaje examinado a través de esta obra es Moctezuma, víctima de sus supersticiones y augurios divinos que le impiden defender con bravura su vida y su pueblo de esos extranjeros a los que considera dioses, aunque por momentos vacila. Cuauhtémoc aparece confrontando esa actitud sumisa del indígena, basada en una falsa interpretación de su cosmogonía que los mutilaba del coraje necesario para combatir al invasor cruel que no podía tener origen divino.
Finalmente Rascón Banda trae al presente a la Malinche en su legendario papel de intérprete nuevamente en el conflicto del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, suscitado a finales del siglo XX, en que los indígenas del estado de Chiapas reclaman la conservación de sus usos y costumbres en contra del desarrollo político y social que ha tenido México.
Rascón Banda, en concordancia con Herbert Linderberger que promulga al material histórico en el mismo rango que el mito y agrega que ambos pertenecen a lo que Horacio llamó «asuntos públicos» (publica materies), de tal suerte que es el espectador el que tiene la posibilidad de relacionar el espectáculo presenciado con el conocimiento previo que le indica los límites de lo real y lo que Antonio Buero Vallejo llamó «el derecho a la imaginación escénica», creó un texto que abre nuevas formas de comprensión, que promueve el pensamiento crítico del espectador, así como interpretaciones históricas más exactas basadas en cuestiones esenciales y no en fidelidad anecdótica.
Respondiendo a los planteamientos de Buero Vallejo, La Malinche no es fiel cronológica, espacial o biográficamente, contradice la interpretación histórica tradicional pero conserva el derecho a nombrarse histórica por el ingenio con que se mezclan las invenciones con la realidad, lo cual requiere un profundo conocimiento de la historia, sus causas sociales y psicológicas y una necesaria intuición de la «intrahistoria» que no se obtiene documentalmente.
Otro postulado de Buero Vallejo es la necesidad de actualidad que el teatro tiene, pues de nada sirve una historia que no guarde ninguna relación con el presente, y en la obra comentada, además de la inclusión literal de eventos y escenarios recientes, se observa claramente el ánimo «desmitificador» y «desalienador» que promueve una actitud crítica. Es de destacar también la intención de no ser simplista y predecible en la trama, sino por el contrario es compleja y su lenguaje es rico, características que conducen a la búsqueda de lo multisignificativo.
El contexto histórico-social de la obra no es necesario enunciarlo ya que la misma obra lo contiene al iniciarse en un escenario de la actualidad e incluir episodios como el levantamiento del EZLN en 1994 que se prolongó más allá de 1998 hasta el principio del siglo XXI en que se fue desvaneciendo.
Lo único que podría añadir para concluir el comentario es que es posible que muchos continúen odiando a la Malinche por ser el símbolo de la violación y derrota del mexicano.