jueves, 5 de septiembre de 2013

Comentario a El burlador de Tirso.

Comentario de El burlador de Tirso, de Héctor Mendoza.
                                                                                                                                             Dámaris Chávez Sinaloa.
                                                                                                              Maestría en Estudios Literarios, U.A.C.J.
A través de El burlador de Tirso, Héctor Mendoza imparte una cátedra en torno a la forma en que el trabajo del director con sus actores plantea una significación diferente. 
 A través de la metateatralidad Mendoza realiza su texto, en el cual la constante discusión entre un director de teatro, su asistente y sus actores parte de la manera en que el actor crea el personaje, a diferencia del actor que se limita a hacer un papel asignado.   Acorde a lo que Antonio Tordera Sáez[1] sustenta, Mendoza no propone una simple transmisión de saberes como pedagogía sino un: “…análisis crítico de la problemática metodológica para el estudio operativo del teatro…”.
Aunque si hay “…ligeras alteraciones de múltiples citas…” de El burlador de Sevilla  de Tirso de Molina, la pretensión de burlar la idea original, como se señala desde el título del texto dramático, no se limita a la especificidad lingüística, a la que el teatro se resiste según  Tordera, sino que incluye otros códigos.
 Mendoza, a través del personaje del Director, llamado Raúl, se enfoca en dos de los trece sistemas nominados por Tadeus Kowzan (1969) para analizar el teatro, uno directamente inherente al actor y otro de carácter externo.
Por una parte el tono de voz; hay toda una discusión en relación a la forma de decir esta comedia, por su estructura una de las actrices dice que resultaría “machacón y horrible”, el director le ofrece una breve lectura con distinta modulación pero que puede ser monótona por su exceso de melosidad, por lo que concluye con una tercera postura que es respetar la musicalidad del verso y su significación emotiva, pero sin olvidar que el propósito primordial es comunicar ideas más que sonidos.  Y ahí reside la posibilidad de una nueva resignificación pese a que cierto público tradicional pudiera desconcertarse ante el cambio.
Otro aspecto que llama la atención es el manejo de la iluminación.  En el texto dramático constantemente está mencionando las indicaciones que da a la cabina de técnicos encargados de las luces y sonido, es decir que la escenografía pudiera prescindir hasta cierto punto de un mobiliario y accesorios profusos, y se otorga a la iluminación la responsabilidad de complementar el contexto físico.
Por último, uno de los cuatro fundamentos de la definición provisional y técnica que propone Tordera es el actor, y es a través de éste que Mendoza logra su fin;  lo hace incluyendo  a tres distintos actores para representar un solo personaje: Juan Tenorio.  Con esta maniobra intenta mostrar al espectador la evolución del donjuanismo que va dominando la comedia en diferentes etapas y su repercusión en el personaje, de lo que sobrevendrá la discusión filosófica que plantee un nuevo significado del arquetipo del Don Juan.
En ese año 1997, hubo cambios significativos en la vida política mexicana.  Por primera vez en 68 años el PRI pierde la mayoría en la Cámara de Diputados; en el Distrito Federal se elige por primera vez también al Jefe de Gobierno, que resulta ser el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, disidente del PRI y fundador del PRD, y muere Fidel Velázquez, líder vitalicio de la CTM.  Estos acontecimientos hacen tambalear a un sistema político que se antojaba invulnerable pese a ser muy criticado; y tal como Mendoza siente la necesidad de que el actor cree su personaje y no se limite a repetir líneas de un libreto, la sociedad mexicana empieza a vislumbrar la posibilidad de crear su realidad, es necesario ir más allá del paradigma anacrónico en el que se ha vivido y actuado en forma autómata.
A nivel internacional hay sucesos como la muerte de la Princesa Diana de Gales en medio de escándalos de romances extramatrimoniales, rompiendo el molde impuesto por la monarquía británica a las mujeres de su rango.  Mientras que en el mundo del cine se estrenaba Anna Karenina del director Bernard Rose, basada en la novela de León Tolstoi en la que la mujer transgrede el rol determinado tradicionalmente por la sociedad, y se permite disfrutar de la pasión amorosa.  Coincide pues el momento para plantear una interpretación diferente en relación a la arquetípica seducción masculina y el papel de víctima de la mujer, como lo hace Mendoza a través de su personaje Raúl y los actores que dirige para cuestionar la culpabilidad real de don Juan en un acto en el que pareciera que la mujer goza más que el corruptor.




[1] Elementos para una semiótica del texto artístico.

1 comentario:

  1. Lo de "burlar la idea original" es muy bueno. Lo hubiera llevado al título de tu entrada. Recuerdo que sobre esta obra no hicimos el vínculo hacia el contexto social, pero parece encajar cómodamente en su contexto.

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